Con La lealtad de los caníbales, en Anagrama, el escritor peruano Diego Trelles Paz cierra una trilogía que dio comienzo con Bioy y siguió con La procesión infinita a lo largo de la cual ha indagado en la historia del Perú reciente, prestando atención en las distintas formas de violencia instauradas en el país, ya sea durante la dictadura ya sea en democracia, durante el fujimorismo y en los años siguientes.
En La lealtad de los caníbales, una serie de personajes se encuentran en una taberna, convertida en metáfora del país. Todos ellos llevan a sus espaldas al losa de un pasado de la que no pueden desprenderse, una losa que remite precisamente a ese pasado relativamente reciente y que en Perú sigue proyectándose: la violencia y la corrupción policial, la violencia sobre las mujeres, la violencia mezclada con impunidad del poder eclesiástico, la violencia de los grupos paramilitares… Trelles Paz escribe una novela ambiciosa en la que consigue retratar, a través de las vidas de estos personajes que, casualmente, se entrecruzan la vida de un país en los que los ecos del pasado resuenan todavía demasiado fuerte, como si, en realidad, el pasado y sus inercias nunca hubiera terminado de irse.
En su anterior novela, La procesión infinita leemos: “eso que trajo la dictadura nos persigue porque nos define y no se va a ir nunca”. La lealtad de los caníbales es testimonio de ello como lo era también Bioy. Algunas reseñas, hablan de estas tres novelas como de una trilogía. ¿Así lo pensó usted?
Sí, desde el inicio fue pensada así y, de hecho, me gusta pensar que las tres novelas conforman una suerte de tríptico o de trilogía temática sobre la violencia política en el Perú. Escribí Bioy estando en Nueva York y, por entonces, no tenía muy clara la envergadura del proyecto que terminaría tomándome muchos años de trabajo. Lo que sí tenía claro es que la violencia política estaría presente en Bioy como lo había estado en mis anteriores trabajos, un libro de cuentos y en El Círculo de los Escritores Asesinos si bien en estos dos títulos la violencia era un tema oblicuo. Con Bioy la violencia me toma y terminé escribiendo una novela muy intensa y en la que se sigue el devenir político de Perú, un devenir que, asimismo, también se resigue a través de las novelas de la trilogía. Bioy comienza con la guerra interna y avanza un poco hasta el presente. En La procesión infinita se habla de la postdictadura, de los jóvenes que vivieron y crecieron en dictadura.
Como usted
Efectivamente. Yo me hice escritor en dictadura. La procesión infinita habla también de lo que queda de la dictadura. No se puede huir de ella, siempre queda algo. De ahí la frase que citabas. Y es este algo lo que nos lleva hasta La lealtad de los caníbales, con la que cierro este ciclo desde el presente. Por tanto, retomando tu primera pregunta: la dictadura nos persigue, sí, porque el fujimorismo nos persigue, porque ahora mismo está gobernando en la sombra. Y la violencia sigue ahí; nos ha formado y sigue estando presente. Creímos que, al recuperar la democracia, por endeble que sea, ciertas cosas desaparecerían, pero no es así.
De hecho, todos los personajes están heridos por su pasado.
Porque el Perú sigue sumergido en un trauma. Las dos novelas giran en torno a los hijos de la violencia. El padre de Piper de La procesión infinita y el padre de Ishiguro de La lealtad de los caníbales han sido asesinados, eso sí cada uno por un bando distinto: el padre Piper es asesinado en una matanza perpetrada por Sendero Luminoso y el papá de Ishiguro es asesinado en la masacre de Pati Vilca que perpetran el grupo Colina, por la cual, hasta el día de hoy nadie ha sido juzgado. Todos los personajes de la novela están atravesados por la violencia, pero no solamente por la violencia política, sino por otras formas de violencia.

La lealtad de los caníbales
Diego Trelles Paz.
Anagrama.
20,90 € (384 p)
ISBN 978 843392209 0
Y todos ellos, se reúnen en un bar…
Desde antes de empezar a escribir la novela, pensé en crear un lugar en el que coincidieran todos los personajes y, por tanto, todas sus historias. Se trataba de crear un espacio común representación del Perú. El bar es el lugar donde gente de todo tipo de clase social y de toda tendencia política se reúne; es el lugar, en el que conviven los dos bandos, cada uno de los cuales con su forma de ejercer la violencia y con sus víctimas. De ahí el término “canibalismo”.
Entre todas las violencias que aparecen en la novela, está la violencia contra las mujeres, contra su cuerpo y contra su libertad de decisión, de elección y de acción.
Estoy orgulloso de que esta novela tenga por lo menos tres personajes femeninos bastante fuertes, mujeres que, pese a las violencias, pese a la adversidad, siguen luchando por lo que quieren. No es algo que hubiera pensado
de antemano como tampoco había pensado el hecho de introducir personajes con distintas proveniencias, hecho que, sin embargo, describe la diversidad de Lima. Por lo que se refiere a las mujeres, la realidad que viven en Perú y, en términos generales, en latinoamérica es especialmente truculenta y triste. La violencia machista es sistemática. Perú es, además, uno de los pocos países en los cuales el aborto no solo no es legal, sino que se considera delito y, por tanto, donde hay muchos abortos clandestinos y son muchas las mujeres que mueren intentando abortar. En Perú, paradójicamente, son muchas a las niñas que, tras ser violadas por sus padres, hermanos o vecinos, el estado peruano obliga a abortar. Perú es un país muy católico, es, de hecho, uno de los diez países más católicos del mundo. Y el elemento religioso también está metido dentro de este ajedrez un poco perverso que existe.
Explica estas violencias contra los cuerpos de las mujeres.
Exacto. Mi intención era hablar de mujeres fuertes, pero rodeadas de violencia; de mujeres que, constantemente, deben hacer frente a la violencia de todo un país.
Hablando de religión y violencia, usted nos presenta un personaje que es un sacerdote que ha sido enviado a Perú desde Europa tras haber sido acusado de pederastia.
Cosas así pasan realmente. De hecho, por más que sean productos de la ficción, muchas de las cosas que narro tiene un referente real. Y, en efecto, me documenté mucho sobre esta idea de que América Latina es el patio trasero de Europa. Una idea que es una realidad y que tiene, en este caso, a los niños como víctimas.
Dentro de la iglesia, hay depredadores sexuales que, sin embargo, son impunes por llevar sotana y, por tanto, no son detenidos, por mucho que sean pillados infraganti. A más de uno, en lugar de echarlo de la iglesia y juzgarlo lo enviaron a América Latina para hacerlo desaparecer, pero dejándole seguir siendo un depredador, solo que en otro país. A todo esto, no hay que olvidar que la Iglesia en América Latina, en general y en Perú, en particular, ha sido un apoyo constante en las distintas dictaduras. Es cierto que tuvimos a Gustavo Gutiérrez y la Teología de la liberación…
¿Por qué?
Porque La lealtad de los caníbales es una novela realista, pero en la que me asomo a un terreno nebuloso, a un terreno apocalíptico en el que el derrumbe de los personajes es el derrumbe de todo un país.
La novela comienza con una cita de La colmena de Camilo José Cela obra que, como usted mismo ha dicho, ha sido una referencia.
Cela es un autor que me gusta y que me interesa mucho. Me parece un gran escritor. Políticamente, estoy muy lejos de él, pero esto es lo de menos. Me interesaba de Cela por esa posibilidad de pensar la taberna como una especie de panal en el cual las abejas merodean, sin necesidad de conocerse. Formalmente somos muy distintos: Cela escribe una suerte de pequeñas viñetas, tiene muchos más personajes y sus historias no siempre se resuelven. Yo escribo en párrafos largos, con un orden más cinematográfico, pues bebe mucho de películas como Magnolia. Me interesaba que, al final, todo confluyera.
Retomando la figura de Cela, es un autor que, como decía, me interesa, si bien soy consciente de hay ciertas reticencias con él, de que tuvo un escándalo de plagio…. Es decir que fue un Nobel algo polémico, casi como el nuestro.
Además, Vargas Llosa ejerce una gran sombre todavía ¿o me equivoco?
«Yo creo que era una suerte de edificio muy alto que ha ensombrecido de la mejor de las maneras, es decir, influenciado a muchas generaciones. Yo lo he leído mucho, lo he admirado mucho, literariamente me parece un escritor formidable. Pero evidentemente no se puede vivir bajo la sombra ni de él ni de ningún escritor. Si uno quiere ser escritor, llega un momento en que tienes que vencer, metafóricamente hablando, al escritor central, al referente. Es necesario vencerlo para poder encontrar tu camino, tu forma, tu voz. No tiene sentido escribir
imitando la voz de otro. La literatura tiene que ser siempre una suerte de parricidio. Es evidente que no es fácil desprenderse del referente, sobre todo cuando se trata de un autor como Vargas Llosa, cuya obra es extraordinaria.»
La influencia o la pregnancia de la figura de Vargas Llosa, sin embargo, trasciende lo literario por su carácter público. Llegó a presentarse a la presidencia del Perú.
No solo Vargas Llosa, sino todos los escritores del boom tuvieron una gran presencia pública. Fue fruto de una época. Los escritores de antes intervenían públicamente y sus intervenciones eran importantes y tomadas en consideración ya proviniesen de la izquierda, de la derecha o del centro. Admiro este compromiso y esta voluntad de intervención de Vargas Llosa. Seguramente, estoy en desacuerdo con muchas de las cosas que dice, pero creo que es importante que las diga, porque en esto consiste la democracia. Si eres un personaje público, tienes que opinar, intervenir. Yo prefiero a los escritores que opinan que a los que se callan por conveniencia comercial. Esta actitud es muy recurrente actualmente y empobrece, en mi opinión, la figura del escritor. Obviamente, el escritor no está para decirte cómo pensar o qué opinar en sus novelas, pero sí está para poder convertirse en una especie de faro, en una voz relevante a la hora de explicar lo que está pasando.
Un escritor que se queda callado, ¿para qué sirve? Fuera de la ficción, es importante hablar, sobre todo cuando hay problemas en tu país. Ahora bien, ir a todos los países a decir por quién votar… Esto ya es otra cosa.»
Los imprescindibles
La procesión infinita
Anagrama
17,90€ (224p)
ISBN 9788423339020

Amores y traiciones, asesinatos y desapariciones, enigmas policiales e intrigas políticas: una novela dura y conmovedora, divertida y vertiginosa. «Eso que trajo la dictadura nos persigue porque nos define. Y no se va a ir nunca», le dice Francisco a Diego el día de su reencuentro en Lima. Han pasado casi diez años desde que se fueron de Perú, huyendo de sus vidas en un país desfigurado por la violencia y la incertidumbre.
Bioy
Destino
17€ (220p)
ISBN 9788423339020

Humberto Rosendo, agente del Servicio de Inteligencia del ejército peruano, se infiltra en una de las bandas más sanguinarias de la ciudad de Lima, liderada por Bioy, un sujeto enigmático que le conducirá al que es el verdadero objetivo del servicio secreto, el narco Natalio Correa. Formada por tres historias en distintos géneros, voces y estilos que confluyen en una obra salvaje y radical, Bioy es un mosaico sobre la violencia, el horror y la degeneración humana entre los que además consigue subsistir una frágil historia de amor.